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Prolapsos

Beatriz Gisbert Morant • 18 de junio de 2021

Prolapsos de vísceras pélvicas. Un problema más frecuente de lo que imaginas.
Un problemas más frecuente de lo que imaginas.

¿Qué es un prolapso?

Llamamos prolapso al descenso de un órgano interno (útero, vejiga...) que se descuelga a través de la vagina de la mujer. En los varones no existen, cursaría como hernia inguinal, escrotal o abdominal. Eso no quiere decir que algunas mujeres puedan tener también hernias inguinales o umbilicales por ejemplo. 

La estabilidad del suelo pélvico en la mujer es un poco peor que la del varón. Tenemos más espacio abierto porque tenemos la vagina y damos a luz a nuestros hijos.  Esta vulnerabilidad de la estructura hace posible que puedan descender a través de la vagina. 

¿Qué causa un prolapso?

Las causas que provocan los prolapsos son diversas y están relacionadas con exceso y repetición de esfuerzos físicos, elevación de grandes cargas, mala gestión de las presiones del abdomen, tos crónica, estreñimiento crónico, obesidad, embarazos, partos complicados y vulnerabilidad congénita del tejido conectivo, en personas muy laxas por ejemplo. Este último factor hace que pueda ser un problema hereditario.

La edad, la fuerza de la gravedad y caminar erectas son realidades que no podemos cambiar chicas y repercuten en los prolapsos. Todo lo que hacemos en el día a día que pueda generar presión, inestabilidad y esfuerzo abdominal excesivo sí que está en nuestra mano y debemos evitarlo.

Tipos de prolapsos y particularidades de cada uno

Existen diversos tipos de prolapsos:
Cistocele al descenso de la vejiga urinaria que es el más frecuente
Uretrocele o descenso de la uretra que a veces acompaña al cistocele
-  Rectocele o flexibilidad de la pared posterior de la vagina, muy relacionado con las lesiones del parto
-  Histerocele al descenso de la matriz 
-  Enterocele es el descenso de las asas intestinales
-  Prolapso rectal o descenso de la mucosa del recto, éste desciende por el ano.

 
Independientemente del tipo, hay prolapsos más importantes que otros, la mayoría son leves. Se definen 4 grados de gravedad: del 1 el más leve al 4 que es el más grave. El prolapso de grado 1 y 2, los leves-moderados, son los que mejor responden a la rehabilitación. Se solucionan o mejora su importancia y siempre se previene su progreso. Los prolapsos más severos requieren cirugía y fisioterapia pre y post operatoria para evitar que la cirugía fracase o se reproduzca el problema con los años.

Los prolapsos que mejor se solucionan son los de uretra y vejiga y el rectocele. Sus ligamentos y elementos de sostén están vinculados a la fascia endopélvica, al abdomen y al suelo pélvico. Fortaleciendo las paredes de la vagina mejoran. Pero el prolapso uterino, cuyos ligamentos son más profundos y se insertan en el sacro, son más difíciles de compensar por el suelo pélvico o el abdomen. Por eso es el prolapso uterino es más difícil de solucionar; aunque con cuidados y ejercicio se previene su agravamiento y se mejoran las molestias que pueda provocar.

Muchas veces un prolapso no aparece solo. Me explico: Cuando el suelo pélvico, que es como un embudo que sostiene los órganos en su interior, está abombado y débil, demasiado elástico, pueden perder la estabilidad una o más vísceras y aparecer otros síntomas relacionados con esa debilidad. En la exploración encontramos un suelo pélvico muy débil, abombado, laxo, la vagina ancha y el tono o turgencia de sus paredes es muy débil. Y a veces hay más de un órgano descendido, además de incontinencia urinaria, dificultades en la micción o en la evacuación, incluso molestias o insensibilidad en las relaciones sexuales. 


¿Cómo saber si mi problema de suelo pélvico es un prolapso?

Muchas veces si la vejiga, la uretra o el recto tienden a perder su estabilidad sientes dificultades al orinar o defecar, posibles infecciones de orina, sensación de pesadez, de presencia o de bulto que se asoma en la vagina. El prolapso de útero provoca peso y molestias sexuales.

Si notas algo de esto, te recomendamos acudir a un fisioterapeuta especialista en suelo pélvico o a tu ginecólogo para que valore si existe o no prolapso. La valoración debe ser realizando un esfuerzo, pujando hacia fuera como haciendo caca o tosiendo fuerte para que en posición  tumbada se evidencie el grado de prolapso que exista.


¿Cómo se trata un prolapso lleve o moderado?

El tratamiento es integrativo: evitar malos hábitos, entrenamiento de suelo pélvico y abdomen y modificar actividades diarias perniciosas y la diatermia para estimular el colágeno de los ligamentos. 
El entrenamiento muscular del suelo pélvico con ejercicios de Kegel y otros métodos de activación abdominal y pélvica tónica bien guiados por tu fisioterapeuta pueden ayudarte a fortalecer y elevar la estabilidad visceral. El trabajo específico del abdomen con gimnasia abdominal hipopresiva basado en la aspiración diafragmática y la reeducación postural, descongestionan la pelvis y favorecen la estabilidad.

Pero lo más importante es cambiar malos hábitos e implicar a la paciente en evitar los factores que lo agravan o empeoran. Deberá mantenerlos completamente a raya para frenar la tendencia natural ( por el efecto implacable de la edad,  la gravedad que tiene hacia abajo y nuestra postura erecta). 

Deberás evitar: deportes de impacto, esfuerzos físicos, cargar pesos, ir estreñida, permanecer de plantón demasiado tiempo y deportes como correr, básquet, vóley, pesas, saltar a la comba o en la cama elástica están prohibidos.  Deberías adelgazar, comer sano y hacer ejercicio físico saludable como yoga suave, natación, aquagym, bailar (pero sin saltar), montar en bicicleta o caminar. 

Para estimular el colágeno y ayudar a que estén más firmes tus ligamentos puedes incorporar suplementos en tu dieta, intentar que sea rica en vitaminas A, D, E y C y ácidos grasos omega 3 y 6. Algún suplemento y alimentos específicos ricos en estos oligoelementos.

Desde la fisioterapia utilizamos la diatermia que es una energía de alta frecuencia que estimula y potencia la vitalidad y salud de nuestro sistema muscular y ligamentoso. Mejora la  tensión y turgencia de los tejidos, incluidos los ligamentos, nutre mejora su calidad. Además tiene la ventaja de actuar a profundidad y por eso es ideal para estimular la vagina y la pelvis de las mujeres con prolapsos.

Fortalece intensamente tu suelo pélvico y tu abdomen con ejercicios adecuados guiados por tu fisioterapeuta. 
Es la clave para frenar el avance y prevenir la cirugía. Cuando es descenso ya es muy importante requiere reparación o reconstrucción de la estabilidad pélvica y los médicos recomiendan fisioterapia postquirúrgica para asegurar la estabilidad y que no fracase la operación a largo plazo. 
 
Ahora es el mejor momento de empezar y tomártelo en serio. No esperes más, pues la tendencia es que estos problemas desgraciadamente es agravarse, empeoran con la edad. 


Prevenir su aparición, recuperar la estabilidad pélvica, prevenir el empeoramiento y frenar su evolución son claves para mantener la salud y fortaleza pélvicas sea cual sea su edad.

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La relación entre el suelo pélvico, la sexualidad, las emociones y la infancia de las personas es un tema complejo y fascinante que abarca aspectos tanto físicos como psicológicos de nuestra vida. El suelo pélvico es un conjunto de músculos, ligamentos y tejidos que se encuentra en la parte inferior de la pelvis y desempeña un papel crucial en funciones como la continencia urinaria y fecal, el soporte de los órganos pélvicos y la satisfacción sexual. Pero, ¿Cómo se conecta esto con nuestras emociones y experiencias infantiles? Sexualidad, infancia y suelo pélvico Comencemos por comprender la importancia del suelo pélvico en la sexualidad. Este conjunto de músculos sostiene los órganos sexuales internos y externos, y su salud y tono son fundamentales para una vida sexual satisfactoria. Un suelo pélvico fuerte y flexible contribuye a la capacidad de experimentar orgasmos y a tener una función eréctil o vaginal saludable. Cuando existe tensión o disfunción en esta área, puede manifestarse como dificultades sexuales, como disfunción eréctil, dolor durante el sexo o dificultades para alcanzar el orgasmo. Estas disfunciones pueden tener raíces en experiencias emocionales y traumas de la infancia. Por ejemplo, la relación de una persona con sus padres o cuidadores durante la infancia puede influir en su capacidad para relajarse y disfrutar de la intimidad sexual en la edad adulta. Las emociones reprimidas o traumas no resueltos pueden manifestarse como tensión crónica en los músculos del suelo pélvico, lo que a su vez dificulta la respuesta sexual. Además, la infancia y también la adolescencia es una época crucial para la formación de la identidad y las creencias sobre el cuerpo y la sexualidad. Los mensajes que recibimos de nuestros padres, familiares o figuras de autoridad pueden tener un impacto duradero en nuestra percepción de nosotros mismos como seres sexuales. La vergüenza, la culpa o la falta de educación sexual adecuada pueden contribuir a una relación negativa con el cuerpo y la sexualidad en la vida adulta. ¿Sabías que las emociones se "encapsulan" en el cuerpo? Existen diversos estudios científicos que exponían a personas sanas a imágenes o escenas de alto impacto emocional (daban miedo, asco o transmitían sufrimiento) y simultáneamente se registraba la activación muscular mediante electromiografía (EMG) en diversas zonas del cuerpo. Se ha demostrado que las emociones fuertes o experiencias de gran impacto emocional, tienen como respuesta refleja y automática la activación y tensión de zonas profundas del cuerpo, como la mandíbula (bruxismo), el diafragma de la respiración (se respira menos y más superficialmente, sensación de dolor/presión en el pecho), falta de apetito (se cierra el estómago o intestino revuelto), tensión en cuello y hombros (cefalea tensional) o tensión del suelo pélvico entre otras. Tras la exposición se mantiene la tensión de estas zonas de forma inconsciente, debido a un estado de alerta o alarma. Si el estímulo estresante cesa, se relajan. Consideremos el perjuicio que puede tener el estrés o la presión emocional mantenida durante largos periodos de tiempo en la vida de una persona. ¿Cómo ayuda la terapia? La terapia sexual y la fisioterapia del suelo pélvico son enfoques importantes para abordar estos problemas. La terapia sexual puede ayudar a las personas a explorar y comprender sus deseos y emociones sexuales, así como a abordar las barreras emocionales que pueden afectar su capacidad para disfrutar del sexo. Por otro lado, la fisioterapia del suelo pélvico se centra en mejorar la conciencia y el control respiratorio, abdominal y pélvico y fortalecer o relajar los músculos del suelo pélvico, lo que puede aliviar el dolor, los bloqueos y mejorar la función sexual. En resumen, la relación entre el suelo pélvico, la sexualidad, las emociones y la infancia es compleja y multifacética. Nuestra historia emocional y nuestras experiencias infantiles pueden influir en nuestra función sexual y en cómo nos relacionamos con nuestro propio cuerpo. Reconocer y abordar estos aspectos es esencial para promover una sexualidad saludable y satisfactoria en la edad adulta.
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